Cómo escribir una novela IV

El estilo.

En esta entrada vamos a hablar de lo más más más (y más) importante a la hora de escribir una novela: el estilo narrativo. Es tan importante que existe la profesión del corrector de estilo. 

Vamos a pensar que ya has pasado por el apartado anterior y hemos revisado la ortografía de nuestra obra, hemos prestado atención a los diálogos y tenemos personajes increíbles. Ahora toca evaluarnos a nosotros mismos como escritores.

Por que sí, el cómo se escribe importa. 

Podemos tener una historia fantástica, pero si no somos capaces de plasmarla de una cierta manera no lograremos llegar al lector. Necesitamos por lo tanto una base.

La corrección de estilo es mi especialidad y entiendo que en ocasiones es muy complicado decirle a una persona que su forma de escribir no funciona o que habría que reescribir todo aplicando determinados detalles, pero es un hecho que un texto mal escrito echa a perder todo lo demás.

Por lo tanto, hay que tener en cuenta que no podemos escribir como si estuviéramos hablando, hay que narrar, hay que darle musicalidad, ritmo y fluidez al texto. No solo en obras extremadamente narrativas, en cualquier tipo de obra necesitamos que lo que decimos sea acorde con nuestra intención y que permita al lector imaginarse cosas con la mente. Que sea capaz de dibujar lo que nosotros narramos cómo si de una película se tratase.

Os voy a poner varios ejemplos de narraciones distintas, pero envolventes.

Vamos a empezar con mi principio favorito de libro, sin más!

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta."

Lolita. Vladimir Nabokov 

Hay una forma más sugerente, más sutil, más perfecta de decir cuánto se ama a una persona ¿qué saber el recorrido que hace la lengua al pronunciar su nombre? Sublime, sencillamente.

Vamos con otro de los grandes:

"Solo tenía treinta y cuatro años, pero a todos efectos la enfermedad me había convertido en un anciano: uno de esos viejales temblorosos que van arrastrando los pies y no pueden poner uno delante del otro sin mirar cuál es cual."

La noche del oráculo. Paul Auster 

Auster tiene un estilo mucho más contemporáneo, con ritmo y soltura. Aunque, si hubiera escrito: "Yo era joven, pero parecía un viejo cada vez que intentaba andar" no nos hubiéramos imaginado ni mucho menos la escena que hemos visto en nuestras cabezas (y la habéis visto) al leer su párrafo y dice exactamente lo mismo que lo que yo he escrito después, sencillamente hay formas y formas.

Y por último un ejemplo más gráfico, en vez de decir algo como esto:

«La habitación estaba oscura. Hacía frío y sólo se escuchaba un lejano goteo. Gracias a un débil rayo de luz que se colaba por un respiradero del techo, pudo ver una solitaria silla en mitad de la lúgubre y tenebrosa estancia. Entonces descubrió que se trataba de una siniestra mazmorra».

Puedes decir algo cómo esto: 

«Las tinieblas envolvían la habitación. Sintió el vapor de su aliento helarse al instante. Podía escuchar a lo lejos el goteo de una cañería rota. Sus ojos se acostumbraron a la negrura, en parte ayudados por un respiradero en el techo que filtraba un tenue resplandor. Una silla de color claro, salpicada de manchas rojizas, era todo el mobiliario de la estancia. Cayó en la cuenta de haber descubierto una mazmorra».

Debemos pensar qué va a enganchar más al lector, una descripción o un dato. Es así de sencillo.

Hasta aquí esta entrada. Nos vemos el siguiente domingo. Si os ha gustado dejad un comentario.

Fuente del último ejemplo: web oficio de escritor